AGABERTA
Agaberta era el nombre de una poderosa bruja que residía en los países septentrionales.
Era la hija de un terrible gigante llamado Vargnoste, de quien había heredado su corpulencia y sus poderes mágicos. Era algo extremadamente difícil llegar a verla con su apariencia natural ya que cambiaba de forma todo el tiempo. Algunas veces aparecía como una vieja de pequeña estatura y cara arrugada que a duras penas podía moverse, vestía harapos de colores oscuros y se ayudaba con su bastón retorcido y lleno de nudos para caminar.
Otras veces se aparecía como una pobre mujer muy enferma y sin fuerzas, con el rostro demacrado y profundas ojeras. Muchas veces la confundieron con una muerta que se había escapado del cementerio.
En otras ocasiones, algunas personas de los alrededores la vieron como una mujer tan alta que parecía tocar las nubes del cielo con su cabeza.
Los lugareños que la llegaron a conocer la comparaban con otra bruja célebre de aquellos lugares llamada Uganda, La Desconocida, ya que ambas compartían el mismo poder de cambiar la forma de su cuerpo en el momento en que lo deseasen.
Muchos afirmaban que Agaberta era extremadamente poderosa y que tenía tanto poder como para oscurecer el sol, la luna y hasta las estrellas. También podía aplanar montes, derrumbar montañas, arrancar árboles, secar ríos y realizar otros prodigios semejantes.
Algunos otros afirmaban que estos poderes provenían, en realidad, de una gran cantidad de diablos que Agaberta mantenía bajo su voluntad, y que con la promesa de que los liberaría algún día, los hacía realizar todo lo que se les antojara a su mente y a su corazón.
A pesar de las cosas terribles que se cuentan de la bruja Agaberta, no hay registros de que haya dañado nunca a alguna persona, animal o planta.
Fuente: El mágico mundo de las brujas. Panamericana Editorial
Era la hija de un terrible gigante llamado Vargnoste, de quien había heredado su corpulencia y sus poderes mágicos. Era algo extremadamente difícil llegar a verla con su apariencia natural ya que cambiaba de forma todo el tiempo. Algunas veces aparecía como una vieja de pequeña estatura y cara arrugada que a duras penas podía moverse, vestía harapos de colores oscuros y se ayudaba con su bastón retorcido y lleno de nudos para caminar.
Otras veces se aparecía como una pobre mujer muy enferma y sin fuerzas, con el rostro demacrado y profundas ojeras. Muchas veces la confundieron con una muerta que se había escapado del cementerio.
En otras ocasiones, algunas personas de los alrededores la vieron como una mujer tan alta que parecía tocar las nubes del cielo con su cabeza.
Los lugareños que la llegaron a conocer la comparaban con otra bruja célebre de aquellos lugares llamada Uganda, La Desconocida, ya que ambas compartían el mismo poder de cambiar la forma de su cuerpo en el momento en que lo deseasen.
Muchos afirmaban que Agaberta era extremadamente poderosa y que tenía tanto poder como para oscurecer el sol, la luna y hasta las estrellas. También podía aplanar montes, derrumbar montañas, arrancar árboles, secar ríos y realizar otros prodigios semejantes.
Algunos otros afirmaban que estos poderes provenían, en realidad, de una gran cantidad de diablos que Agaberta mantenía bajo su voluntad, y que con la promesa de que los liberaría algún día, los hacía realizar todo lo que se les antojara a su mente y a su corazón.
A pesar de las cosas terribles que se cuentan de la bruja Agaberta, no hay registros de que haya dañado nunca a alguna persona, animal o planta.
Fuente: El mágico mundo de las brujas. Panamericana Editorial
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