Bien amig@s invisibles, ayer quedamos en que el lobo le pidió a la zorra un par de pescados porque estaba hambriento. Veamos qué respondió la zorra
-¡Péscalos primero y luego cómelos! -le dijo engreída.
-Pero, es que no sé cómo pescar -replicó él.
-Si lo logré yo, tú también puedes hacerlo. Es muy fácil: ve al río, abre un hueco en el hielo y mete la cola en el agua. Así, el pescado se pegará a tu cola sin hacer mayor esfuerzo. Eso sí, tienes que pasar mucho tiempo allí, de lo contrario no podrás capturar nada.
El lobo fue al río e hizo todo lo que la zorra le había dicho. Abrió un hueco en el hielo y metió su cola en el agua. Pasó toda la noche allí sentado, de manera que el agua de la superficie se congeló y su cola quedó atrapada. Pero el lobo tenía tanto frío que no sentía nada, de manera que ni cuenta se dió. Cuando amaneció, intentó levantarse, pero no pudo.
-¡Vaya! -dijo emocionado-. ¡He atrapado tanto pescado que no lo puedo sacar de una sola vez!
En ese momento levantó su mirada y vio que unas campesinas se aproximaban al río en busca de agua. Al verlo, las campesinas empezaron a gritar:
-¡Es el lobo! ¡Es el lobo! ¡Péguenle! ¡Péguenle!
Al escuchar a lo lejos la gritería, toda la gente del pueblo salió corriendo hacia el río. Todo el que iba llegando se lanzaba sobre el lobo para pegarle; algunos con baldes, otros con escobas, y otros con lo que encontraran a su paso.
El lobo trataba de saltar y de escabullirse, y jalaba y jalaba hasta que, de tanto jalar, se le rompió la cola y pudo echar a correr, al dejarla atrás entre el hielo. -"Me vas a pagar por esto, zorrita!" pensaba el lobo, mientras corría muerto de dolor. "¡Me vengaré!".
La zorra, por su parte, después de haber comido bastante pescado, se había marchado hacia el pueblo para ver si podía robar alguna otra cosa. A hurtadillas, entró a una casa donde las mujeres se disponían a hacer blines. Sin que se dieran cuenta, la zorra metió su cabeza en un plato con masa, comió hasta hartarse y ensuciarse completamente y salió corriendo. Sucia todavía, se encontró con el lobo.
-¡Buenas...! -le dijo a gritos-. ¡Muy buenas tus enseñanzas! ¡Han servido para que la gente del pueblo me pegara por todos lados, y yo acabara por perder mi cola!
-Ay, compadre -le contestó la zorra-, ¡tú eres muy afortunado! Lo único que te han sacado es un poco de sangre. ¡Mírame a mí! Me han pegado tanto que se me ha salido el cerebro. ¡Casi no puedo caminar! Además, ¡me he vuelto bruta!
-¿Verdad, comadre? -le preguntó ingenuamente el lobo-. En ese estado no deberías ni siquiera caminar. Súbete a mi espalda. Yo te llevaré.
La zorra se acomodó sobre la espalda del lobo y este empezó a caminar muy despacio. La zorra se reía silenciosamente, y por un instante pensó en voz alta: -El herido está llevando al sano.
-¿Qué dices, comadre? -le preguntó el lobo, que no había alcanzado a escucharle bien.
-¿Yo? Simplemente que un herido está llevando al otro.
La zorra comprobó entonces que, tanto en el pueblo como en el bosque, el vivo vive del bobo.
Tomado de "Los Siete Mejores Cuentos Rusos", editado por Norma.
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